El llamado de la montaña siempre ha existido en mí, siento que debo asistir a su encuentro con cierta periodicidad, siento que siempre debo ingresar con profundo respeto, siento que me muestra las respuestas que dentro de mi cotidianidad no alcanzó a evidenciar.
El formato de esta carrera: 330 Kms en un tiempo límite de 150 horas para terminarla y una altimetría de 30.000 metros, ubicación: cadena montañosa del Monte Blanco entre Italia y Francia…Es que con que uno piense que el Everest tiene 8.848 metros ya se asusta, ¿no? La carrera es medianamente auto sostenida, existen 6 refugios donde la organización lleva mi maleta (De medidas estándar) con mi equipo: ropa seca, zapatos de cambio, kit de aseo, suplementos, etc.; existen también puntos de chequeo (aproximadamente 15) donde la organización verifica que los competidores estén en el camino, en algunos ofrecen algo de comer y en todos dan la oportunidad de rellenar las botellas con agua.
El Tor desde su inscripción siempre fue escalofriante, paralizante y emocionante para mí. Adquirí una disciplina intachable para mis entrenamientos, me hice revisar por dos doctores diferentes que me diagnosticaron Osteoartritis patelar, cumplí con todas mis terapias, me hice al mejor equipo en ropa y accesorios para la montaña. Y allá estaba yo, ese 9 de septiembre. Después de un viaje desde Bogotá hasta Paris, luego a Milán y desde Milán hasta esta hermosa zona del norte italiano: Courmayeur; fueron 4 días previos llenos de muchos sentimientos, veía tantas personas tan profesionales, veía tantos tan tranquilos y otros tan o más asustados que yo. No sé porque (Claro que ahora sí sé) la noche anterior me desparramé en lágrimas y tuve miedo de morir, llame a mis amigos y a mis papás y entre en un par de horas de pánico y zozobra, luego me calmé, me preparé espiritualmente (Medite un largo rato) y me acosté a dormir.
La largada de esta carrera empieza hacía las 9 am, es absolutamente emocionante… todos estos italianos del lugar salen a las calles con sus campanas y sus gritos. Desde el preciso instante en que empecé esta carrera entendí la altimetría… la primera subida se me hizo eterna, me acabe toda el agua que llevaba, no recordaba a cuánta distancia estaba el siguiente punto de chequeo y termine al final de una larga fila de atletas jadeando cada 10 metros, mágicamente un competidor de origen japonés me asistió y compartió su agua conmigo (Magia 1 de la montaña: te hace más solidario).
Todo ese día estuve en la competición, la verdad yo me sentía muy confiada con el tiempo, y en los lugares donde podía correr no corría, sino que trotaba (Gran error, luego me daría cuenta que estos minutos llenos de energía y de buen clima serían escasos en el resto de la carrera), procuraba alimentarme muy bien en los puntos de chequeo, revisaba constantemente mis pies, e intercambiaba palabras con otros competidores.
Punto La Thuile (Día 1-14:00): se ubicaba en un sitio bajo, de manera que literalmente me descolgué de la montaña y llegué a este punto de chequeo, lo único que hice fue llenar mis dos botellas con agua, comerme un brownie que me ofreció una señora de la organización y continuar.
Desde La Thuile hasta el Col Crosatie lo único que recuerdo fue correr y correr y correr. Estaba en un profundo estado de entrega a mi mente y a mi cuerpo, recuerdo nítidamente los paisajes, las personas y mis manos y mis pies, no recuerdo nada más.
Col Crosatie (Magia 2 de la montaña: te hace más valiente): en este punto de chequeo pude observar, palpar, sentir y evidenciar cuán valiente soy. Constituido por uno de los picos más cercanos al Monte Blanco, el Col Crosatie me sorprendió con una tormenta de nieve, nunca en mi vida había visto semejante espectáculo, imagino que hubiese sido lindo verlo a través de un vidrio, con un vaso de chocolate caliente en mis manos y con amigos, familia y mis perros en medio de un festejo, pero no, me sorprendió en una pendiente muy pronunciada, en medio de cuerdas que me ayudaban a mantenerme en el filo de la montaña, y rezando por cualquier refugio que Dios y la naturaleza me quisieran brindar, nunca había visto la muerte tan cerca, pensé en mis viejos, pensé en lo imprudente que había sido al salir del punto de chequeo anterior con un pronóstico del tiempo poco prometedor para la carrera, pensé en aferrarme a esa cuerda con todas las fuerzas de mi alma; de repente sentí que el viento no era fuerte y mi instinto salto en busca de un refugio, encontré a una pareja de alemanes resguardados bajo una roca con forma triangular y ladeada y corrí inmediatamente hacía ellos.
Allí empezaría una larga noche, casi 3 horas tiritando (Perdí la mitad de un diente), mi cuerpo estaba helado, tenía demasiada ropa encima y no lograba sentirme cómoda, la impotencia de salir, la impotencia de no saber cuándo terminaría ese suplicio, alternaba la posición de mi cuerpo entre estar de pie contra la roca dándole la espalda a la montaña o en cuclillas de frente a ella, por cualquier lado el viento frío me quemaba aún encima de la ropa (No olvidar que ya venía húmeda de la lluvia inicial al salir del refugio anterior). Luego de esas eternas 3 horas decidí irme, decidí bajo mi propia responsabilidad y en contra de las observaciones de los alemanes buscar mi camino, hoy acepto que fue una decisión muy arriesgada, salí y empecé a correr, ya había mermado la tormenta pero la visibilidad aún era muy limitada, así que con mis bastones (Trekking Poles) me sostenía en pie y simplemente avanzaba, así, exhausta, asustada, perdida, solitaria, feliz, valiente, decidida llegue a Valgrisenche.
Valgrisenche (Día 2-2:00 am): el tiempo límite de ingreso era a las 4:00 am, yo llegué a las 2:00 am..me recibieron unos italianos, me entregaron mi maleta y me sirvieron la mejor sopa de tomate de mi historia, me la tomé sin respirar y la rematé con un vaso repleto de coca cola con hielo; en esas actividades me tardaría 30 minutos, entonces tenía 1 hora para descansar y luego otros 30 minutos para alistarme y salir nuevamente. Por favor tener en cuenta que en este punto yo contaba con escasos 48 kilómetros recorridos, sin comer bien y sin dormir absolutamente nada. En efecto logré descansar, pero no dormir, intenté la power nap de la que tantas veces investigué y fue imposible conseguirla, simplemente me alisté y salí de nuevo como a eso de las 4:30 de la mañana.
Chalet de L´Epée (10:00): hecha un pedazo de mierda, no tengo más que decir. Desde las 6:00 am empecé a alucinar, enanos de Blancanieves, conejos que me hablaban, comadrejas tomando el té, y yo, era Alicia en el País de las maravillas claramente. En algún punto antes de llegar al refugio Chalet de L´Epée me hice a un lado del camino y programé mi reloj con alarma, dormí 10 minutos…me despertó una mariposa monarca (Eso no fue una alucinación, eso fue mi abuelo despertándome) en la punta de la nariz, empezaba a llover, no había tiempo de dormir. Cuando finalmente llegué al refugio comí mucho pan y gaseosa, necesitaba toda la energía, me recosté 5 minutos en una mesa del lugar y le pedí a alguien que me despertara, luego me fui a seguir mi camino.
Rhemes N.D (13:00) (Magia 3 de la montaña: si, de vez en cuando te crees un súper héroe): yo no sé cómo explicar este camino, es como una especie de pared en la montaña, que luego se convierte en un filo para dar paso a una meseta repleta de nieve y termina en un descenso que me destruyó todo lo que físicamente logré construir en los largos meses de entrenamiento.
Sentí frustración mental, desespero, inestabilidad espiritual y física, lloré, lloré demasiado, grité, le rogué a la montaña que me perdonara por ser tan prepotente, volé entre rocas y caí viva de milagro, corrí, camine, gateé (Literalmente), lloré nuevamente, me detenía a comer algo y la comida no me pasaba, debía quitarme los guantes, despedazarla y empujarla por mi garganta; caí en la cuenta que no había orinado desde las 2:00 de la mañana y ya eran casi las 17:00, esto no era normal, había tomado demasiado líquido, mi espalda me ardía del dolor, no sentía las piernas, los gemelos en ambas piernas parecían bloques de cemento (Full de calambres), eso sí sin ninguna ampolla en mis pies y con la extraña sensación de que lo que tenía que pasar estaba pasando y que yo y mi yo interno lo necesitábamos, con la seguridad de que iba a salir victoriosa de esta prueba, es decir, mi cara hinchada, quemada y rojiza aun esbozaba una sonrisa, y eso me hacía feliz. Así llegué al refugio Eaux Rosse como a las 18:00 de mi segundo día, yo sabía que la carrera había terminado para mí, yo lo sabía pero aun así…
Eaux Rosse (18:00): salí de este refugio hacía las 18:15 e inicié el ascenso del Col Loson y no pude, literalmente mi cuerpo se quedó anclado al suelo…me hice la pregunta de manera consciente: ¿sería capaz de pasar otra noche sin dormir?, con otra posible tormenta de nieve?, llevaba andando casi 36 horas, ya tenía más de 80 kms encima y un desnivel de aproximadamente 10.000 metros, yo sabía que mi cuerpo necesitaba mínimo 5 horas para recuperarse; sencillo, el tiempo no me daba, estaría descalificada en menos de 12 horas y contra todo pronóstico muy seguramente no saldría con vida de aquella montaña.
Finalmente me hice la pregunta que me hago cuando debo tomar decisiones en mi vida: ¿Lo estoy disfrutando? ¿Soy feliz?, la respuesta a ambas preguntas fue un No rotundo, ahí estaba la respuesta al reto, ahí estaba la respuesta a la vida, ahí estaba la decisión. Con un nudo en la garganta enorme y alucinando con enanos y elfos y liebres parlanchinas decidí dejar la montaña, acercarme al mismo punto del que había salido un par de horas atrás y comunicarles a los jueces que mi decisión era retirarme.
Debí aguardar en Eaux Rosse por aproximadamente tres horas, éramos un grupo de 25 competidores que habíamos desertado en el mismo punto o en puntos muy cercanos, yo intenté sentarme y dormir para dejar de alucinar, pero era imposible conciliar el sueño. Mi cuerpo entendió que nos habíamos detenido y se desahogó como diciéndome: – Ah Ahora quieres dormir? Pues no, ahora ya no quiero dormir. Y mi mente no hacía más que trabajar diciéndome: -Te estás dando cuenta de hasta dónde llegamos?, y al tiempo el personal médico se me acercaba a hacerme la valoración correspondiente, y unos escoceses me hablaban y una mujer me preguntaba si tenía toallas higiénicas, y yo simplemente: respiraba y observaba, escasamente podía sonreír.
Luego de esas tres horas nos subimos a una van que nos llevaría de vuelta a Courmayeur, todo el camino (Que fue de aproximadamente 2 horas) seguí alucinando, seguía viendo elfos gigantes sobre la carretera, las liebres parlanchinas intentaban detener el carro para raptarme a mí, una mariposa tan grande como una nube volaba en frente mío, y lo único que yo tenía por hacer era agradecer y bendecir ese momento como ningún otro, respirar y observar todas las maravillas que yo sola estaba creando.
Finalmente llegue al hotel y como no tenía programado regresar tan pronto me metí al primero que encontré, pedí una habitación y le explique al conserje que no tenía como pagar sino hasta el día siguiente cuando fuera por mis objetos personales; El muy atento y amable me permitió (En realidad me fío) pasar la noche sin pagar. Subí a la habitación, llamé a mi hermano mayor (El que siempre me acompaña de alma en mis aventuras atléticas y al que le dedico este escrito) y le expliqué a medias palabras lo que había pasado, luego de eso lo único que recuerdo fue caer en un profundo sueño durante 15 horas.
Escribo esta experiencia casi dos años después de vivirla, después del Mont Blanc mi vida ha estado llena de aprendizajes, ahora soy mucho más abierta a todas y cada una de las señales que la vida, la naturaleza y la energía suprema me dejan ver día a día.
¿Recomiendo el Tor? Completamente, si y sólo si no hay una lesión de por medio. No hace falta tener una cualidad específica: agilidad, velocidad, técnica, mente. Hace falta tener un grupo de cualidades cuidadosamente desarrollado.
¿Qué si volveré al Tor? Aun no estoy completamente segura, aun no tengo la respuesta a esta pregunta. Creo que debería operarme de mi rodilla izquierda antes y con toda seguridad le pediría a algún familiar o amigo que hiciera de soporte durante la carrera. Pero más allá de lo anterior, debería manejar el tema del sueño, no entiendo cómo los competidores logran correr 330 kms durante 7 días durmiendo un promedio de 10 horas en la totalidad de la semana.
Y por último, la magia número 4 de la montaña: me deja ver lo que no soy capaz de ver en mi afán por vivir y tener, me enseña que la permanencia y la estabilidad sólo existen en el cuadriculado mundo de los humanos, me enseña la sabiduría de la naturaleza y me hace parte de esa sabiduría…entonces me unge de esa paz de las montañas, de esa calma de los valles y me quita la máscara para que finalmente me muestre tal y como soy: un ser viviente más en este vasto universo.